Comunidades agrícolas y restauración: Un camino posible ante la crisis global

Publicado el 16 Marzo, 2025

Cultivar la tierra para proveer alimento y medicina es un oficio que ha acompañado a la humanidad desde sus albores. Gracias a la paciente observación y cuidado de especies silvestres, a lo largo de los siglos y en todo el planeta, las comunidades agrícolas han propiciado la propagación de la vida, manifestada en una infinita diversidad natural y una amplia variedad de sistemas de manejo, sostenidos bajo principios virtuosos de mutua crianza, antes que de dominación.

Sin embargo, y en no más de dos centurias, esta maravillosa biodiversidad se ha visto reducida de manera drástica, a partir de un modelo alimentario global que ha querido borrar y destruir de raíz las experiencias locales y territorializadas en torno a la tierra y el alimento, bajo el designio de la Revolución Verde.

Sin ir más lejos, sabemos que actualmente la agricultura industrial posee el 80% de las tierras cultivables del planeta, pese a que sólo genera el 30% del alimento que consume la humanidad, siendo hoy la principal causa de pérdida de variedades genéticas vegetales y animales contemporáneas, y una de las fuerzas modificadoras de la biósfera con mayores proyecciones de devastación. Monocultivos, agrotóxicos, transgenia, desperdicios, concentración de la tierra y privatización del agua, son algunas de las agresivas dinámicas que de allí derivan, bajo el alero de verdaderos imperios económicos y políticos mundiales con anhelos expansionistas, de orden y control geopolítico.

Como contrapunto, sabemos también que el 90% de las tierras con mayor biodiversidad en el mundo continúa estando en manos de familias campesinas y pueblos indígenas, disponiendo de ricas reservas de alimentos y semillas, nutriendo así el abanico de posibilidades alimentarias para hoy y el futuro, todo ello bajo lógicas de respeto y cuidado mutuo.

A través de la recolección y la crianza de animales y de especies vegetales en huertas, chacras, predios familiares, e incluso en bosques, los/as pequeños/as agricultores cultivan alimentos saludables con sistemas productivos limpios y a pequeña escala, aportando a una variedad alimentaria y biocultural que nos encamina hacia la restauración, trayendo esperanzas para nuestra reconexión como humanidad con la diversidad ecosistémica y los ciclos naturales. 

En este escenario, resulta urgente decidir en manos de quiénes queremos dejar nuestra alimentación. Multiplicar las huertas agroecológicas, crear y sostener redes de producción y consumo que favorezcan intercambios justos y sanos, y reivindicar el papel de guardianes, cultores y maestras/os de las Artes de la Naturaleza, son algunas de las acciones que, sin duda, forjan un camino hacia la transformación y  la resiliencia, reivindicando con ello el saber y las experiencias milenarias de las AgroCulturas.

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En no más de dos centurias, esta maravillosa biodiversidad se ha visto reducida de manera drástica, a partir de un modelo alimentario global que ha querido borrar y destruir de raíz las experiencias locales y territorializadas en torno a la tierra y el alimento, bajo el designio de la Revolución Verde.
Resulta urgente decidir en manos de quiénes queremos dejar nuestra alimentación. Multiplicar las huertas agroecológicas, crear y sostener redes de producción y consumo que favorezcan intercambios justos y sanos, y reivindicar el papel de guardianes, cultores y maestras/os de las Artes de la Naturaleza.

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